Retiro para Parejas

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jueves, 26 de abril de 2012

El Matrimonio


Cuantos de nosotros  no tenemos ni idea de lo que significa el sacramento del matrimonio, y aun mas algunos creen que es igual vivir juntos  que estar casado.

                                                    El Sacramento Vivo: El Matrimonio

El sacramento es el signo visible de una realidad invisible. El Matrimonio es un sacramento y por ello es un signo ante el mundo de Dios invisible viviendo entre nosotros, Dios vivo que da fruto en dos personas. Ellos son un continuo signo de su poder en el mundo. Existe una gracia y un poder especiales en cada pareja que Dios ha unido, cada cosa que hacen individualmente o juntos es una actualización de su sacramento. Cosas tan simples como lavar la vajilla, pasar el trapeador, manejar al trabajo, luchar por forjar una vida, ganar un pequeño salario para afrontar mayores gastos –sí, estas cosas y todas las demás facetas de su vida juntos– tienen un poder escondido en ellas para santificarlos. La vida matrimonial es un campo de santidad, donde el amor es la semilla plantada por Dios. En dicha vida en común, sus agonías y gozos, dolores y sacrificios, frustraciones y tensiones, sus momentos de júbilo y desesperación son como la lluvia y el sol, como el rayo y el trueno sobre un joven retoño.
Las faltas y debilidades de cada uno son compensadas por sus propias virtudes. Cada cual posee lo que al otro le falta, y esto resulta en una amorosa dependencia entre ellos para su mutuo crecimiento y transformación. Si marido y mujer pueden hacerse el hábito de mirarse sacramentalmente, viendo la belleza de Dios en el alma de cada uno, tratando de aumentar esa belleza edificándose, creciendo unidos a imagen de Jesús, entonces este sacramento del Matrimonio porta el sello de Dios Vivo.Los temperamentos que pueden ser ocasión de problemas son vistos como escalones de piedra hacia la santidad, como herramientas en sus manos que pueden quitar la autosuficiencia, la susceptibilidad, la ira, los celos y la intemperancia. Cuando el crecimiento personal en el propio conocimiento los conduce a revestirse de Jesús, entonces la vida matrimonial se convierte en el propósito para el cual fue creada.Cuando la conformación con Jesús es el principal fin de una joven pareja, las faltas e imperfecciones que tan rápido empiezan a oprimirnos son tomadas con las manos y usadas para construir y no para destruir. Si uno de ellos es gentil y el otro de temperamento fuerte, es obvio que uno posee lo que al otro le falta. Por ejemplo, si uno de lo dos tiene mal carácter, en frente tiene el ejemplo de la amabilidad de Jesús, y si dicha amabilidad es vista como un fruto bueno para obtener, entonces, cada uno ayudará al otro en su camino hacia Dios. Las diferencias de temperamento pueden ser una causa de incompatibilidad en una corte de divorcios, pero ante Dios, estas diferencias son instrumentos que ajustan y reajustan sus almas a la imagen de Dios.La vida en Familia es la columna vertebral de la humanidad y depende de la mutua entrega, del mutuo compartir y dar del otro, implica el uso adecuado de los éxitos y fracasos del otro para la recíproca edificación. Los ladrillos y la mezcla de un edificio no son hermosos, pero sin ellos no hay construcción que pueda permanecer en pie; las tablas de madera y los clavos son un lejano remedo del hermoso estante ya concluido, pero son esas tablas de madera el estante mismo, son esos ladrillos unidos el edificio mismo. Lo mismo ocurre en una pareja de esposos: los reveses de cada día, los frustrantes errores, las preocupaciones y tensiones, los éxitos y fracasos, todos ellos forjan y construyen el hermoso edificio de la vida familiar.
Aunque todo parezca infructuoso e inútil, aunque día a día el sufrimiento tenga éxito en hundirnos más en una vida rutinaria, aunque la acedía tome posesión de nuestros corazones con sus gélidas manos, la providencia de Dios cuenta cada lágrima, recoge cada riña y purifica todo error. 
Podemos pensar que todo está perdido, o que hemos fracasado, pero si pudiéramos vernos con sus ojos, veríamos la sabiduría de su voluntad. Si cooperáramos con Él y tratáramos de extraer el bien de todo mal, veríamos con mayor atención como nuestra alma cambia, como nuestra fe crece más firme, nuestra esperanza más segura y nuestro amor más profundo. Veríamos al Espíritu trabajando en todas las circunstancias de la vida, aunque sean éstas tan dolorosas...

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